A ti,
belleza indescriptible,
que no pudiste escapar,
que te acobardaste ante él
como si él fuese más.
A ti,
corazón roto,
como rota estabas tú,
se lo perdonabas todo
y él no cambiaba su actitud.
Que todo lo que hacías,
para él era un taboo.
Y también a ti,
que cuando creíste
que no podías más,
no te levantaste
ni te hiciste escuchar.
No tenías que temerle
porque todo lo que te hizo
estaba mal.
Te secaste las lágrimas,
pero las cicatrices
no se curaron jamás.
No dejaste que la razón
iluminara tu camino
y no te diste cuenta de que
él era tu único y mayor enemigo.
Y llegó,
el día lleno de turbulencias
y tú,
no pudiste encontrar
la salida de emergencia.
Creíste que a su lado,
el sol volvería a brillar,
arrojaste todos tus sueños
y se precipitaron al mar.
A ti,
que agarraste el timón,
no sabías que la corriente
arrasaría con tu barco,
que te dejaría sola
en mitad del naufragio.
A ti,
quizás no superviviente,
pero se te recordará siempre
como la más valiente.
Y a ti,
que me escuchas,
no te dejes engañar,
que si te quiere…
Nunca,
jamás,
te maltratará.